conducta animal

Confesión de cocodrilo

cocodrilo ¡Está bien! Los aceptamos: disfrutamos comer frutas. Los cocodrilos somos considerados como carnívoros obligados incapaces de digerir proteínas vegetales y polisacáridos. Sin embargo, esto no es totalmente cierto. Hay evidencia de que 13 de 18 especies de cocodrilos (algo así como el 72%) comemos frutas. Y ni mencionar alguna en específico porque –en todo el sentido de la palabra- no nos hacemos de la boca chiquita: consumimos una gran variedad de frutas.

Un estudio que hizo la Wildlife Conservation Society observó a 18 especies de cocodrilos, en las que estuvo incluida la mía, Alligator mississippiensis. Los humanos que nos estudiaron mencionan que algo de nuestra ingesta de fruta puede ser accidental, por eso de que se nos atraviesan en el proceso de cacería. Pero existe evidencia para sostener que sí comemos fruta de manera deliberada y no nada más de vez en cuando ¡Mucha fruta!

Mi amigo Larry dice que escuchó a uno decir que aún les falta saber mucho sobre nuestros procesos digestivos en cuanto a carbohidratos y otros nutrientes se trata, pero según teníamos entendido, ya hay trabajos que sugieren que la fruta que consumimos nos da recompensas nutritivas.

¡Ah! Esto no termina aquí. Este estudio nos posiciona como buenos candidatos para la dispersión de semillas, dado que si nos comemos los frutos, las semillas pasan por nuestro tracto digestivo y… ya saben, salen por algún lado. Los autores le han dicho al resto de la humanidad a través de su publicación que jugamos un papel importante en la regeneración de la vegetación por esto de las semillas. Y cómo no, si somos un estuche de monerías.

Fuentes:

Artículo original en Journal of Zoology | Nota en Eurekalert!

Se buscan árboles a la altura de este búho

(Foto: Wikimedia Commons) El búho más grande de todos necesita los bosques más majestuosos de todos. Y el que no esté de acuerdo, que vaya a los centenarios bosques de galería de la Rusia Oriental. Siguiendo los senderos montañosos, encontrará animales que parecen sacados de cuentos para niños: osos negros, tigres de Amur, ciervos de Manchuria, patos mandarines y, los que ahora llaman nuestra atención, búhos pescadores de Blakiston. Con sus dos metros de envergadura, los Bubo Blakistoni se transforman señoriales siluetas cuando bajan a pescar a los ríos en la noche. Su comida favorita es el salmón, que chapotea en los arroyos que serpentean entre los bosques.

¿En qué rama te pararías si fueras un búho de 3 kilos y medio? Más importante aún, ¿en qué tronco hueco harías tu nido? A un equipo de investigadores de la Universidad de Minnesota y de la Academia Rusa de Ciencias que les gusta hacerse estas preguntas y ponerse en el lugar del búho viajaron hasta la provincia del Krai de Primorye, en la costa oriental de Rusia. Esta región estaba tapizada por bosques, que comprendían hasta 80% de su superficie. Como es de imaginarse, su principal problema de conservación fue la tala ilegal. La WWF reportó que 450,000 metros cúbicos de madera salieron de sus bosques ilegalmente sólo en 2011. Con ese grado de explotación, la provincia está a punto de quedarse sin bosques para aprovechamiento comercial. Y los búhos pescadores, sin sitios para anidar.

Los investigadores, liderados por Jonathan C. Slaght, encontraron que se necesitan bosques ribereños (o de galería) con árboles muy antiguos para que las poblaciones de estos búhos pescadores puedan reproducirse. Los robles y los olmos les gustan más que ningunos otros. Además de los huecos idóneos para hacer un nido suficientemente grande, los árboles proveen a los búhos de suficiente comida, según encontraron los científicos. Esto sucede porque los pedazos de madera que caen a los ríos lo empantanan, bloquean la corriente y forman meandros con el ambiente propicio para el desarrollo de salmones y peces similares, el platillo favorito de las majestuosas aves.

Puesto que la presencia de los búhos pescadores de Blakiston habla de un bosque en buen estado, se han convertido en especies indicadoras de los bosques de galería rusos. Las especies indicadoras son, efectivamente, las señas que los científicos buscan cuando quieren saber la salud de un ambiente. Esta especie está en peligro de extinción (sólo quedan unas 60 parejas reproductivas en Japón y varios cientos en Rusia y China), y un buen manejo de conservación de su hábitat podría hacer la diferencia.

 

Fuentes: Nota en ScienceDaily | Articulo original en la publicacion Oryx | Para ver al búho pescar, ver este video | Para unirse al club de fans de los búhos pescadores