Autor: Emiliano Cantón
Al llegar las festividades de fin de año comenzamos a pensar en convivir con la familia y amigos, las cenas y regalos, los villancicos, y las decoraciones navideñas. Para muchas personas, esto también significa colgar adornos de un pino en el hogar. Nuestros amigos los pinos nos traen muchos recuerdos, un agradable aroma, y un contacto con los bosques que no tenemos en nuestra vida cotidiana. Sin embargo, la sobreexplotación por la tala de árboles no es la única amenaza actual de nuestros bosques. Hay algo más que se abre camino entre los pinos, algo que podría transformar drásticamente los paisajes montañosos de América del Norte. El culpable de esta enorme devastación es el comparativamente diminuto escarabajo de pino o descortezador, del género Dendroctonus.
La imagen que acompaña el encabezado de este artículo proviene de un reciente viaje al parque nacional de Jasper, en las montañas rocallosas de Canadá. Un idílico lago congelado, el sol reflejado en las montañas nevadas, y colores otoñales del bosque. ¡Pero cuidado! Los árboles que conforman estos bosques son mayoritariamente coníferas, y sus hojas no tendrían por qué secarse al entrar el invierno. Esa descoloración rojiza es la señal de un infestación activa del escarabajo de pino. El adulto, que mide aproximadamente 5 milímetros, ingresa a través de la corteza del árbol en busca de alimento y protección del frío. Uno puede detectar lesiones en la corteza del árbol que exudan savia, un intento de la planta de protegerse del invasor. Una vez en el interior, el escarabajo se alimenta de la pulpa y floema, interfiriendo con el flujo de nutrientes. Encima de todo, este insecto porta y transmite un hongo que infecta al árbol, debilitando su respuesta inmune, y que también bloquea las “arterias” del árbol. El efecto final es una muerte progresiva del árbol, usualmente desde la punta hacia la raíz, con el enrojecimiento y posterior caída de las agujas del pino. La muerte del árbol puede suceder en apenas algunas semanas o quizá unos meses después de la infestación.
Los ataques por los escarabajos de pino son iniciados por las hembras, quienes a su vez secretan feromonas para atraer a los machos a un árbol. Prácticamente todo el ciclo de vida del escarabajo (huevo, larva, pupa y adulto) ocurre al resguardo del interior del tronco, y sólo sale del árbol para dispersarse a un nuevo huésped. De forma general, hay una única generación por año, y las bajas temperaturas de los bosques son capaces de acabar con la mayor parte de la población de escarabajos.
Cabe notar que Dendroctonusponderosae no es una especie invasiva o una plaga novedosa de los bosques. Es un insecto nativo de las cordilleras de América del Norte, desde México hasta Canadá. La muerte ocasionada por el escarabajo es parte de un proceso que propicia el recambio de árboles viejos por árboles jóvenes y sanos, y que contribuye a una renovación del bosque.El papel que juegan los escarabajos en los ecosistemas forestales aplica a todas las especies nativas de escarabajos descortezadores del mundo. Sin embargo, los brotes de escarabajo de pino actuales han sido particularmente alarmantes, y detrás de ellos están alteraciones climáticas.
Una serie de condiciones han confluido para provocar la enorme pérdida de hectáreas de bosque. Los inviernos de años recientes han sido moderados, permitiendo que un mayor número de escarabajos sobrevivan, lo que da lugar a poblaciones más grandes en el siguiente año. Adicionalmente, los veranos calientes y más secos debilitan a los árboles, dejándolos más susceptibles a las infecciones por el escarabajo y el hongo asociado. Aunado a eso, algunas técnicas de control de fuegos forestales que se implementaron en décadas pasadas incluían retirar árboles viejos para reducir el riesgo de incendios. Sin embargo, esto fomentó la migración de escarabajos a nuevos árboles más jóvenes y sanos. Los factores mencionados, así como muchos otros, han contribuido a la problemática de hoy. La escala del daño es inmensa. Por ejemplo, tan sólo en Columbia Británica, Canadá, cerca de 160,000 km2 de bosque han sido afectados. En Estados Unidos de América, se han reportado bosques infestados en los 19 estados orientales. Desafortunadamente, en México no se cuenta con un programa amplio de manejo forestal en grandes partes del territorio, lo que impide conocer de manera certera la extensión de los bosques afectados, pero tan sólo en 2015 se reportó una cifra de 55,000 hectáreas de bosques invadidos.
El problema no está limitado únicamente a América del Norte. Otra especie de escarabajo descortezador, Dendroctonus frontalis, afín a climas más templados, también ha provocado devastaciones en Honduras, Guatemala, Nicaragua y el Salvador. La muerte de estos bosques en tales extensiones también provoca cambios en los ciclos hidrólogicos, lo que lleva a menor captura y retención de humedad, menos sombra, y un subsecuente incremento en temperatura y riesgo de incendios forestales.
Es claro, entonces, que la situación es seria. Además, el control de estos insectos es difícil. Una vez que se detectan daños en un árbol es quizá muy tarde para salvarlo. Rociar con insecticidas de forma preventiva puede resultar caro por las extensiones de terreno que habría que cubrir, además de que provocaría efectos secundarios no deseados como, por ejemplo, la muerte de insectos benéficos o la aparición de poblaciones de escarabajos resistentes a estos químicos. Los protocolos de control a veces implican talar y enterrar los árboles infestados. La industria maderera de Canadá y Estados Unidos ha iniciado propuestas para aprovechar estos árboles dañados como material para la producción de biocombustibles, aunque la tecnología para escalar y aprovechar este recurso aún necesita madurar. Como individuos, podemos contribuir a reducir la diseminación del escarabajo de pino evitando mover madera entre distintos lugares, ya que éstos podrían transportar al insecto. Podemos también reportar sitios de daño a las autoridades forestales para que pueda implementarse un protocolo de contención. Pero más que nada, tenemos que limitar nuestro impacto en el cambio climático, y así prevenir aún mayores elevaciones de temperatura que permitan la expansión excesiva de escarabajos. Procuremos hacerlo antes de que esos bosques invernales navideños sean sólo un recuerdo y un adorno, y no un ecosistema vibrante y hermoso de nuestro planeta.
Editores: Ximena Bonilla, Emiliano Cantón