Por: Emiliano Cantón
Ustedes seguro han vivido esta situación: se encuentran en la playa recostados en una hamaca, disfrutando un delicioso coco partido (con vodka o ron, tal vez), maravillados con el atardecer rojo sucediendo ante sus ojos cuando de pronto lo escuchan. Ese conocido agudo zumbido cerca de su oído, intensificándose mientras se acerca una hambrienta hembra de mosquito buscando alimento para madurar sus huevos. Posiblemente lanzan un manotazo en la dirección general de donde viene el sonido. Al poco tiempo, no es una, no dos, sino una nube de mosquitos que han descendido sobre los inocentes espectadores. Se oyen más y más golpazos de mano con piel y maldiciones, y no toma mucho tiempo para que alguien saque una lata de repelente y en desesperación se rocíe de pies a cabeza. En un poco rato, se ven forzados a dejar la playa y refugiarse en una habitación con mallas en las puertas y ventanas, o quizá en un cuarto de hotel con aire acondicionado, o armen un círculo de limones partidos con clavos de olor insertados porque cuentan las leyendas que eso de veras funciona. En fin, ahora están a salvo de las picaduras de esos malvados chupa sangre.
¿Un poco espeluznante o molesto? Imagina ahora que eres una planta. No tienes pies para huir, no tienes extremidades con las cuáles aplastar al agresor, no tienes una lata de repelente a la mano (bueno, no tanto, algunas plantas sí tienen aromas y sustancias repelentes a sus posibles plagas). Bienvenidos al calvario que sufren las plantas y árboles ante la llegada de insectos que perforan sus tejidos y beben sus fluidos. Así que hoy platicaremos un poco de insectos que gozan de manjares líquidos al interior de los vegetales. Existen muchísimos insectos que son plaga de plantas, pero nuestro interés se enfoca en aquellos que perforan-succionan como forma de alimentarse y lo que esto conlleva.
Hay aquellos insectos que prefieren las partes tiernas de las plantas, tales como los tallos y hojas, por ejemplo los psílidos y áfidos. Pertenecen al orden hemíptera de los insectos, y son distinguibles por tener una mandíbula larga como tubo (denominada estilete) que al plegarse se orienta hacia la parte posterior del cuerpo. Es probable que te hayas topado con especies de mosquita blanca en tu jardín, como por ejemplo, Bemisia tabaci (Figura 1). Muchas son bastante pequeñas en tamaño y con un ciclo de vida corto, de unas cuantas semanas de huevo a adulto. Estos insectos presentan una situación por demás curiosa, ya que el floema que fluye al interior de los conductos de las plantas es rico en azúcares, pero bastante pobre en proteínas y ácidos grasos, lo que lo hace una dieta muy desbalanceada. Para poder ingerir la cantidad de nutrientes necesaria para su desarrollo, este tipo de insectos debe alimentarse casi constantemente, succionando en el proceso una cantidad prodigiosa de líquido relativa al tamaño de su cuerpo.
Para llevar a cabo tal proeza, los sistemas digestivos de este tipo de insectos han desarrollado soluciones para llevar a cabo una digestión y absorción veloz. Por ejemplo, la mosquita blanca carece de la llamada membrana peritrófica, una "funda" protectora presente en muchos insectos y que funge un poco como la mucosa de nuestro intestino. Esta modificación permite una absorción menos limitada de los nutrientes. Su dieta peculiar también se ve reflejada en una modificación en el número y tipo de genes de enzimas digestivas comparado con otros insectos con dietas más completas. Otro ejemplo es que el sistema de excreción de la mosquita blanca se enrosca y une físicamente a la sección inicial del intestino para transferir el exceso de líquido eficientemente y que sea eliminado (Figura 2).
La riqueza en azúcares del floema también se ve reflejada en las excreciones, que son el alimento perfecto para hongos que crecen en las hojas donde son depositadas. La pérdida de nutrientes en las plantas lleva a hojas amarillas y enroscadas, e incluso a la muerte de la planta. Para rematar con el uno-dos-tres, muchos de estos insectos son además vectores de bacterias y virus que introducen en las plantas al momento de perforar los tejidos. Así como los mosquitos pueden llegar a transmitir malaria, dengue o zika, las plantas también se ven sujetas a la infección con patógenos. Los múltiples efectos que produce un infestación por áfidos y psílidos hacen de ellos un importante problema en la agricultura y horticultura, y actualmente en Estados Unidos de América la industria productora de cítricos está seriamente amenazada por el azote de Diaphorina citri.
¿Qué opinas sobre estos insectos chupa plantas? ¿Quieres saber más? En la próxima entrega de esta columna hablaremos de más ejemplos y algunos esfuerzos para controlarlos.
Editores: Ximena Bonilla, Emiliano Cantón