Por: Emiliano Cantón
Bichos, alimañas, sabandijas. Bien reza el dicho, "más sabe el diablo por viejo que por diablo". A la luz de la historia biológica de la tierra, pocos grupos de animales podrán presumir de ser tan sabios como aquel de los artrópodos. Son por mucho el grupo de animales más numeroso en especies, y de los más antiguos, y entre ellos el subgrupo más diverso es el de los insectos. Su aparentemente sencillo cuerpo nos engaña en su simplicidad, y al estudiarlos más de cerca se revela una eficiencia sofisticada. Se nos presentan como extraños, con sus múltiples apéndices, patas y antenas, sus cuerpos acorazados, sus ojos multifacéticos. Más de un cuento de horror o ciencia ficción presenta a sus monstruos o alienígenas con rasgos típicamente asociados a estos organismos. Estos pequeños animales podrían ser los campeones de la incomprensión, y eso es lo que da pie a que exista esta columna. Para bien o para mal, intentaré ser un paladín de nuestros amigos de muchas patas. Y vaya que tienen historias que contarnos, aún aquellos que nos causan dolores de cabeza.
¿Pero quién soy yo para adjudicarme tal tarea? Supongo que alguien un poco inadecuado para hacerlo, para ser honestos. La verdad ante todo: no soy biólogo de formación. Tampoco puedo decir que soy experto entomólogo (como se denomina a aquellos que estudian a los insectos). Soy ante todo un biólogo molecular cuya carrera experimental le ha llevado a trabajar con insectos. Un mejor título sería entomólogo por casualidad. Dicen que los conversos llegan a mostrar mayor fervor a su causa. Quizá sea así en mi caso. El hecho es que a medida que pasa el tiempo crece mi fascinación por la biología y soluciones ingeniosas que han desarrollado los insectos para sobrevivir. Han colonizado todos los nichos de este gran planeta y han subsistido por cientos de millones de años. No sé ustedes, pero eso me dice que hay mucho que podríamos aprender de ellos.
Al haber tantísimas especies de artrópodos estimadas (casi 6.8 millones en una cuenta reciente), es curiosa la relativamente poca atención que les prestamos. Claro, hasta en la biología tenemos superestrellas que acaparan los reflectores, y los insectos no están libres de este fenómeno. Por cada mariposa monarca o cucaracha hay cientos de insectos con algún rasgo interesante que pasa desapercibido para la población en general. Espero que el contenido de esta columna eleve un poco la visibilidad de esa inmensa biodiversidad que guarda el mundo de los insectos.
¿Qué dicen? ¿Me acompañan en este viaje? Si es así, suscríbanse a este blog para que sepan cuando hay una nueva historia que contarles y no se la pierdan. Prometo que no muerdo. O tal vez sí. No sé, quizá se me haya pegado algo más de los insectos que una merecida admiración.