Cuando los humanos nos bronceamos, el color de nuestra piel se oscurece o, en algunos casos, se enrojece como camarón. Esto se debe a que nos exponemos a radiación ultravioleta que, en su moderada medida, contribuye a bajar la presión sanguínea, a la producción de vitamina D y a la fijación de calcio; pero en exceso tiene efectos negativos en la salud, como daños al DNA de las células de la piel y, por tanto, aumento en la probabilidad de padecer cáncer. Las ballenas no son inmunes a esto. Una investigación demostró que el pigmento de la piel de ballenas aumenta en respuesta a los rayos del Sol y que el daño de su material genético mitocondrial se acumula con la edad.
Investigadores de diferentes partes del mundo, entre ellos británicos y mexicanos, analizaron muestras de tres tipos de ballenas, de las que incluían ballenas azules y cachalotes, para estudiar los cambios en su piel con la migración anual hacia el soleado Golfo de California, en la parte noroeste de México. Detectaron que, cuando ésta se da, existen mecanismos moleculares que actúan diferente en cada especie. Por ejemplo, los cachalotes, que se mantienen en la superficie por largos periodos y por tanto están más expuestas a la radiación ultravioleta, tienen un mecanismo de protección al Sol que desencadena una respuesta al estrés en sus genes. Por otro lado, la pálida ballena azul aumenta sus niveles de pigmentos en tanto hay más radiación. Los investigadores mencionan que las diferentes estrategias de respuesta son resultado de restricciones evolutivas.
Karina Acevedo, de la Universidad Autónoma de Querétaro, comentó que se está viendo un aumento en el número de lesiones en la piel de diferentes especies de ballenas en zonas con una alta radiación UV. En muchos casos no se han observado microorganismos infecciosos asociados con las ampollas, pero esto no demerita el que se tenga que estudiar el efecto de la radiación en la piel de estos mamíferos y los mecanismos que utilizan para contrarrestar el daño.
Ahora los investigadores seguirán trabajando con las ballenas, pues esas ampollas no les gustan mucho: ¿las lesiones funcionan como un sistema de alerta temprano? Lo interesante es que estos enormes mamíferos ocupan la misma área año tras año, así que entender la situación de la población es esencial para saber qué está sucediendo con el ambiente.
Fuentes:
Artículo original en Scientific Reports | Nota en Eurekalert!
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