Hace más de 12,000 años, la fauna del continente Americano no envidiaba nada de la sabana africana. Caballos, distintas especies de mamuts, mixotoxodones armadillos del tamaño de un Volkswagen y hasta perezosos que llegaban a los cuatro metros de altura pisoteaban las tierras del Nuevo Mundo. La fauna de mamíferos de la última Era de Hielo fue gigantesca. Tan vasta que hoy la recordamos y englobamos bajo el nombre de “megafauna”.
No es fácil atribuir la extinción masiva de la magafauna a una sola causa. Diversos estudios recientes culpan al cambio climático que sucedió en esos años y a la llegada de los primeros humanos al continente americano. La megafauna americana debió haber pasado mejores tiempos. Temperaturas elevadas y la llegada del depredador más voraz de todos amenazaban su futuro incierto.
Seguramente, la desaparición de estos animales ocasionó consecuencias catastróficas en los ecosistemas. Cristopher Doughty, del Instituto de Cambio Ambiental de la Universidad de Oxford, y Adam Wolf, del departamento de Ecología y Biología Evolutiva de la Universidad de Princeton, piensan que el flujo de nutrientes podría haber cambiado notoriamente, por ejemplo.
En Sudamérica, la mayor parte de los nutrientes fluyen desde las montañas de los Andes y se distribuyen a los bosques a través del enmarañado sistema fluvial. Sin embargo, en tierra, estos nutrientes escasean y la única manera en que circulan es a través de las heces y cadáveres. De esta forma, los animales pequeños distribuyen los nutrientes en cantidades y escalas pequeñas; los animales grandes, en cantidades y escalas mayores. Con base en esto, los investigadores desarrollaron un modelo matemático, similar al usado por los físicos para calcular la difusión del calor, y estimaron la habilidad de los animales para distribuir nutrientes.
El modelo se basa en el tamaño del animal, con base en datos del registro fósil. A partir del mismo, Christopher y Adam lograron estimar cuánto comían, defecaban y viajaban los grandes mamíferos del Pleistoceno.
El resultado de combinar todos estos datos fue un modelo que les permitió estimar la habilidad de los animales para distribuir los nutrientes en cualquier parte del planeta y en cualquier época, tan sólo conociendo su tamaño promedio y distribución. Además, también les resulta útil para estimar los efectos de las extinciones pasadas y predecir los efectos de las extinciones que están por venir.
El estudio encontró que el efecto causante de la gran extinción de la megafauna fue como apagar un “switch” de flujo de nutrientes, como el fósforo, que dejaron de dispersarse por la región y comenzaron a concentrarse en aquellas áreas que rodean a las tierras inundables y otras áreas fértiles. Estas alteraciones en el flujo de nutrientes fueron tan graves que algunos lugares modernos, como la cuenca del Amazonas, aún no se recuperan del cambio que ocurrió hace miles de años. “La mayor parte de los grandes animales se extinguieron, lo cual cortó las arterias que llevaban los nutrientes más allá de los ríos a las áreas más infértiles”, menciona Christopher.
A través de los años este tipo de extinciones, algunas de las cuales han sido ocasionadas por la intervención humana, dejan una marca clara en el planeta. Como advierte Adam, "posiblemente estemos experimentando una fase de post-extinción peculiar en el Amazonas y, quizá, en otras partes del mundo". Bibliografía:
Articulo original en Nature | Fuente de University of Oxford | Nota en el blog de Historias Cienciacionales