El concepto con el cual nos basamos para medir la biodiversidad se basa en el número de especies que existen en un algún medio ambiente determinado. Sin embargo, actualmente en la rama de la ecología marina existe una nueva corriente que se encuentran cuestionando si realmente este enfoque “tradicional” podría estar perdiendo aspectos importantes de conservación y en consecuencia, estar errando en enfocar esfuerzos de conservación en ciertas zonas. Para entender esta visión, imaginemos el caso de restauración que se realizó en el Parque Yellowstone, EU, en donde después de 70 años de haber visto al último lobo (Canis lupus), se realizó su reintroducción en el periodo de 1995-1996, y como resultado, 15 años después, William J. Ripple y Robert L. Beschta (2011) de la Universidad estatal de Óregon reportaron una recuperación significativa en todo el ecosistema; los sauces crecen más altos y frondosos, las poblaciones de alces bajaron por la caza y ya no se comen todos los arbustos y pastos, los castores y los bisontes aumentaron sus números y en general todo el ecosistema está más saludable que antes. Algo así como el cumplimiento del ciclo de la vida que Mufasa le describe a Simba en aquella roca de la Sabana Africana. Definitivamente un bello ejemplo de restauración ecológica, pero también un gran ejemplo de como una sola especie puede tener una función tan importante en el ecosistema que su desaparición pueda traer consecuencias tan grandes. De eso se trata esa “nueva” corriente, la de la “diversidad funcional”.
Con el concepto de la “diversidad funcional”, Rick Stuart-Smith, investigador de la Universidad de Tasmania en Hobart, Australia, y sus colegas usaron los datos de 4,357 encuestas de peces arrecifales conducidos por buzos en 1,844 sitios de todo el mundo para determinar no solo el número de especies en cada sitio, sino también, la “diversidad funcional” de cada individuo con base en ocho “rasgos funcionales” que se sabe influyen en su papel funcional en un conjunto que incorpora la historia de vida, su posición en la red alimenticia, el comportamiento y las asociaciones de hábitat.
“Se asume frecuentemente que más especies se traduce a mas funcionalidad natural de cualquier sistema en particular pero, por supuesto, las especies no están haciendo lo mismo y con frecuencia sólo puede haber uno o dos individuos de muchas especies, en comparación con los cientos de algunas otras”, comentó Rick.
Cuando los investigadores mapearon la riqueza de especies estándar, el patrón clásico de las aguas tropicales con alta diversidad y las aguas más frías con menos diversidad apareció. Pero cuando usaron la “diversidad funcional” como medida, los mapas mostraron mucho menos zonas de alta diversidad en zonas tropicales y algunos sitios fuera de los trópicos con una mayor diversidad funcional que los sitios tropicales.
Lo relevante de medir la diversidad de esta nueva forma está en la capacidad de reconocer áreas que no estaban reconocidas para la conservación y mejorar nuestros esfuerzos para proteger a la biodiversidad.
Fuentes: Nota en Nature | Artículo en Nature | Artículo acera de los primeros 15 años después de la reintroducción de lobos en el parque Yellowstone en Biological Conservation | Entrada en el blog de Historias Cienciacionales