Eterno resplandor de una rata sin recuerdos.

Imagen de uno de los carteles de la película. Si no la han visto, ¡háganlo!. El dolor de un recuerdo que algún momento fue grato. La ruptura amorosa. La sensación de angustia disparada por las memorias fue lo que llevó a Clementine a solicitar los servicios de la empresa Lacuna para borrar a su ex novio, Joel, de su memoria en la película Eterno resplandor de una mente sin recuerdos (Michel Gondry, 2004). ¿Seremos pocos quienes deseamos que este servicio esté disponible?

Recientemente, científicos de diversas instituciones en San Diego, California, se han hecho de esta una realidad más cercana. Durante muchos años se supo que los recuerdos y su almacenamiento dependen de dos procesos neuronales: la potenciación a largo plazo, que fortalece el recuerdo, y la depresión a largo plazo, que lo debilita. Gracias a una técnica relativamente nueva, Roberto Malinow y su equipo pudieron ver estos dos procesos en acción. Y no sólo eso: también los simularon en el cerebro de ratas, borrando un recuerdo específico para después restaurarlo.

Para lograrlo, se les ocurrió utilizar ratas e insertarles en algunas neuronas el gen de un alga. Este gen se activa con la luz: las neuronas que lo tenían, al ser estimuladas con un pequeño rayo dirigido, producían cierta reacción fácilmente detectable. Esta técnica de inserción de genes sensibles a la luz es la optogenética, y una de sus grandes ventajas es que el rayo de luz puede dirigirse con mucha precisión a células específicas.

El segundo paso fue condicionar la conducta de las ratas. Un típico condicionamiento conductual consiste en aplicar a los animales un estímulo –como una descarga eléctrica en las patas– al mismo tiempo que escuchan cierto sonido. Después de varias repeticiones, los animales asocian el sonido a la descarga, y cada vez que escuchan el sonido sienten miedo, a pesar de ya no recibir el estímulo. En este experimento condicionaron así a las ratas; en vez de usar un sonido, dirigieron un rayo de luz hacia sus neuronas. De esta forma, las ratas y sus neuronas sentían miedo cada vez que pasaba el rayo de luz por su cerebro. El miedo es la respuesta o memoria que los científicos estaban investigando, pues es el recuerdo de que algo doloroso va a ocurrir, aunque al final no ocurra.

Con esto comprobaron que las neuronas pasaban por un estado de potenciación a largo plazo –con el cual fortalecían su recuerdo de miedo– y que este proceso interviene en la formación de la memoria. Pudieron verlo al hacer un escáner del cerebro de las ratas en el momento preciso en que se formaba la memoria.

Una pregunta natural brotó más tarde: si efectivamente la potenciación es lo que forma los recuerdos, ¿entonces el proceso contrario, la depresión a largo plazo, podrá borrarlos? Al manipular diferentes frecuencias del rayo de luz dirigido hacia las neuronas del recuerdo, los investigadores lograron debilitarlas y simular el proceso de depresión a largo plazo. Las ratas, después de esto, no volvieron a mostrarse asustadas ante el estímulo al cual estaban condicionadas. Es decir, habían perdido esa memoria. Finalmente, y como si bastara con mover un switch de prendido y apagado, simularon la potenciación a largo plazo y restauraron de nueva cuenta el recuerdo en las ratas.

Aún no es posible que todo corazón roto acceda a los servicios de Lacuna, pero esta investigación, sin duda, y para suerte de muchos, es un gran primer paso.

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[Imagen de uno de los carteles de la película. Si no la han visto, ¡háganlo!].

Artículo original en Nature | Nota Original en el Blog de  de Historias Cienciacionales