Por Ximena Bonilla
La piel es el órgano más grande de nuestro cuerpo, y es también la protección inicial de nuestro organismo hacia agentes externos. Funciona como una barrera física, sí, pero también como una barrera biológica. ¿Cómo, te preguntas tú? Pues de muchas maneras. El cebo producido por las glándulas cebáceas en la dermis ayuda a mantenerla impermeable. Las células del estrato córneo de la piel, la capa celular más superficial, forman una “muralla”, sobrelapándose entre sí. El “cemento” que las une son lípidos y sudor, que juntos le dan a la piel un pH ácido, que complica el crecimiento o la proliferación de microorganismos patógenos. Sin embargo, hay también microorganismos que no necesariamente son dañinos que naturalmente viven sobre nosotros y que prácticamente han colonizado toda nuestra piel. Estos microorganismos son conocidos como el microbioma dérmico.
El microbioma dérmico está compuesto de bacterias, hongos, e incluso virus, y es un componente importantísimo en la defensa de la piel y del organismo. Estos microorganismos se relacionan entre sí y forman una comunidad con interacciones complejas con el objetivo de sobrevivir y guardar equilibrio. Sin embargo, el microbioma dérmico no es una capa uniforme que cubre todo nuestro cuerpo, no. El número, tipo y variedad de microorganismos varía de región a región. La diversidad y cantidad de microorganismos puede ser tan grande que algunas regiones de nuestra piel tienen una flora normal mucho más diversa que la encontrada en la mucosa intestinal o en la boca, de acuerdo a algunos estudios. Y ¿cuál crees que es la parte del cuerpo con la mayor cantidad y variedad de hongos? ¡Adivinaste, son las plantas de los pies! No obstante también se han encontrado cantidades importantes de hongos en las palmas de las manos y en los antebrazos.
Pues bien, en condiciones normales, el microbioma dérmico puede proteger a la piel de infecciones por microorganismos patógenos. Por ejemplo, las bacterias no patógenas estafilococos coagulasa negativos, tales como S. epidermidis y S. hominis, se encuentran naturalmente en la piel de personas sanas. Ahí, producen moléculas antimicrobianas diseñadas específicamente para atacar y eliminar a otra especie de estafilococo, el S. aureus, una bacteria que es patógena cuando se le permite reproducirse y colonizar en exceso. Estas moléculas antimicrobianas son muy potentes y altamente específicas contra el S. aureus, es decir, no afectan a otras bacterias en la piel. Además, las moléculas antimicrobianas producidas por los estafilococos coagulasa negativos unen fuerza con moléculas antimicrobianas producidas por el sistema inmune de la persona afectada, limitando todavía más la capacidad patógena del S. aureus.
Las personas con dermatitis atópica o eccema, una enfermedad de la piel caracterizada por comezón y descamación, tienen menos estafilococos coagulasa negativos que la gente que no tiene dermatitis atópica. Se cree que este desbalance en el microbioma dérmico puede ser un factor importante en la elevada aparición de infecciones en la piel de pacientes con dermatitis atópica porque al inocularlos con S. epidermidis y S. hominis, la frecuencia y severidad de las infecciones disminuyeron así como la cantidad de S. aureus encontrada en su piel.
Otra bacteria cuya presencia puede ser beneficial para la piel en cantidades moderadas, es Propionibacterium acnes. Se ha demostrado que este microorganismo produce un potente antioxidante que le permite sobrevivir en la piel, llamado RoxP. RoxP es producido únicamente por P. acnes y no sólo favorece a esta bacteria. Resulta que RoxP tiene propiedades antioxidantes tan fuertes como la vitamina E y C, reduce y remueve radicales libres, y protege las células de la piel del estrés oxidativo, una causa importante de envejecimiento celular. El control de estos procesos degenerativos provee no sólo una piel más saludable y menos dañada, puede incluso ayudar a la prevención de enfermedades cutáneas como la psoriasis. La psoriasis es una enfermedad autoinmune caracterizada por la producción acelerada de células de la piel, que se acumulan y forman escamas y regiones rojizas y con comezón. Pues bien, los pacientes con psoriasis tienen cantidades por debajo de lo normal de P. acnes en su piel. Se cree que la falta de control de los procesos oxidativos en la piel puede tener algo que ver con las manifestaciones de la psoriasis, por lo que la colonización de la piel de estos pacientes con P. acnes podría proporcionarles protección contra estos procesos oxidativos y en consecuencia, reducir la severidad de su enfermedad.
Pues bien, ¿qué opinas? Las bacterias en nuestra piel, ¿son buenas o malas? Yo diría que ninguna de las anteriores. El microbioma dérmico es un sistema complejo, así como nuestro sistema inmune y el equilibrio homeoestático de nuestra piel lo son también. Las situaciones que acabamos de discutir nos informan únicamente de que las cosas no son negras ni blancas, sino que se ubican en una escala de grises. En algunas circunstancias la sobre-proliferación de bacterias puede ser dañina para nuestra piel, pero en algunos otros, la colonización moderada por las bacterias correctas puede ser extremadamente benéfico. Todo es cuestión de equilibrio. Mantente al tanto del contenido del blog, pronto publicaremos artículos relacionados con microorganismos que habitan en otras partes de nuestro organismo.
Editores: Emiliano Cantón, Ximena Bonilla