Recientemente me enfrenté al tedioso, pero necesario y enriquecedor proceso de solicitar financiamiento a una fundación para llevar a cabo una estancia postdoctoral. Dicha fundación ofrece apoyo exclusivamente a mujeres provenientes de países en vías de desarrollo para realizar estudios de doctorado o postdoctorado en países desarrollados y, que a su vez, tengan la intención de regresar a su país de origen a contribuir en el desarrollo académico de otras mujeres en su especialidad.
El proceso de elaboración de la solicitud fue largo y laborioso y, aunque al momento de escribir estas líneas, la autora ignora la resolución de la fundación, el aprendizaje adquirido durante la escritura de la misma, representa per se una ganancia muy valiosa. Es precisamente ese aprendizaje, o parte de él, lo que pretendo compartir en las siguientes líneas.
En primer lugar, los requisitos de la fundación eran diferentes a los que yo había previamente observado en otras convocatorias. La fundación requería la elaboración de varios ensayos que demostraran no solo la trayectoria académica de la solicitante y el dominio de su área de estudio, sino también la comprensión a profundidad sobre la desigualdad de género en su país, con un énfasis en la brecha de género en la academia y las ciencias. Éste requisito representó el verdadero reto a vencer en el proceso de aplicación.
Si bien era consciente de la ‘desventaja’ de ser mujer en México y la generalizada discriminación contra mi género, nunca antes me había detenido con tanta minuciosidad a investigar el tema, mucho menos a nivel de la academia/comunidad científica mexicana, a quien siempre tuve en alta estima. Los resultados me dejaron la piel de gallina, y fue con un torbellino de sentimientos encontrados, que emprendí la tarea de escribir mi ensayo. Sin duda, el proceso conllevó a momentos de realización, aterrizaje, e incluso de revelación para mí. Fue también un proceso doloroso, pero me dio las herramientas para, independientemente del resultado de mi solicitud, tener la convicción de ser un agente para alcanzar la igualdad de género en mi país.
La primera observación en mi ensayo fue que, para mi sorpresa, según la ONU, México tiene un Índice de Desarrollo Humano (IDH) alto (lo cual de entrada me podía descalificar como candidata a la beca). ¿Alto? Sin embargo, al ajustar dicho índice por ‘desigualdad’, México cae varios lugares y se ubica en un nivel medio. Por otro lado el Índice de Desigualdad de Género se ubica en niveles comparables al de otros países en desarrollo (es decir, con un IDH menor al de México).
Durante mi investigación me enfrenté también a datos escalofriantes, como que la violencia contra las mujeres ha aumentado terriblemente en los últimos cinco años, evidenciado por el aumento de las tasas de feminicidios. No olvidemos a Ciudad Juárez, ciudad con una de las mayores tasas de feminicidios en todo el mundo.
Difícil de asimilar también, fue descubrir que a nivel educativo también se reproduce la disparidad de oportunidades entre el hombre y la mujer en México. Según la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES), a pesar de que la participación de las mujeres en los programas de pregrado a nivel nacional es equilibrada (49,3% mujeres), hay un evidente sesgo de género en los programas de ingeniería (30,2% mujeres). Este patrón es similar en el nivel de posgrado, donde la proporción de mujeres estudiantes de doctorado en la misma área es solo de 31% (ANUIES 2007).
Al investigar la brecha de género en mi alma mater, la UNAM, también pude encontrar que ésta existe y es particularmente frecuente en ciertas disciplinas. A nivel de pregrado, las facultades de ciencias e ingeniería son los que tienen la menor participación femenina. La Facultad de Ingeniería tiene la menor representación de mujeres con sólo el 18%, seguido por el Centro de Física Aplicada y Tecnología Avanzada (28.3%), y la Facultad de Ciencias (42.2%). Los programas de doctorado con menor participación femenina son programas físico-matemáticas e ingeniería, los más afectados son, por ejemplo, ingeniería mecánica (9.3%), física (13%) y ciencias de la computación (36.8%).
La brecha de género se amplía conforme se asciende en la jerarquía académica. En la UNAM, por ejemplo, la proporción de investigadoras es de 35%, mientras que la fracción de las mujeres dentro de la categoría de investigador emérito es sólo 17,6%. Las áreas con menor participación de docentes mujeres son Matemáticas e Ingeniería, con el 9,5% y el 25%, respectivamente, de representación femenina. La disparidad en la academia no sólo es evidente en el número de mujeres académicas, sino también en sus ingresos, que es en promedio son un 10% inferior a la de los investigadores hombres.
La prospectiva de esta situación tampoco es muy esperanzadora. De acuerdo a las tendencias del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), la proporción de mujeres registradas como "investigadoras nacionales” aumentó de 21% en 1991 a aproximadamente un 33% en 2011, lo que indica que, a este ritmo, la igualdad de género en el SNI apenas se alcanzará en el 2060. Esta disparidad es aún más importante cuando se contrasta la proporción de género, en los diferentes niveles del SNI. A nivel emérito, el máximo obtenible en el sistema, el número de mujeres alcanza aproximadamente sólo el 15%, evidenciando que la participación femenina en actividades de investigación se diluye conforme se asciende en la jerarquía académica.
Éstos son solo algunas de las observaciones resultado de mi breve pero intensa investigación. Más allá de cumplir un requisito para obtener la beca, siento que la experiencia me abrió los ojos a una realidad que no había tenido el lente para percibir. Me parece que esto conlleva una responsabilidad que espero ejercer cada día de la mejor manera posible tanto en mi vida académica como personal. Fue precisamente este sentimiento, la principal motivación para escribir estas líneas y compartirlas con los lectores de este blog; espero en el futuro contribuir con más entradas en la misma dirección y generar un espacio de reflexión sobre el tema entre las lectoras y los lectores.
Para saber más:
http://www.revistaciencia.amc.edu.mx/index.php/ediciones-anteriores/201.html
Acerca del autor: María Ávila es egresada de la UNAM, así como recientemente doctora en bioinformática por el Centro de GeoGenética de la Universidad de Copenhague, Dinamarca. Actualmente se encuentra realizando un postdoctorado en este mismo centro.