Si pudieras regresar en el tiempo unos 75 millones de años y ubicarte en la provincia de Alberta, Canadá, los bosques, llanuras y montañas canadienses desaparecerían ante tus ojos y en su lugar contemplarías el exótico paisaje de Laramidia, una isla-continente que existió durante el Cretácico Tardío.
Mientras te acostumbras al calor y a la humedad excesiva que te rodean, te das cuenta de que te cuesta un poco de trabajo respirar: ¡los niveles de CO2 también eran altísimos! Sí, Laramidia era como un gran invernadero. Y como en todo invernadero, el crecimiento de las plantas era exuberante, casi extremo.
Conforme se oculta el sol, comienza a caer una leve llovizna. Corres debajo de un helecho gigante para resguardarte debajo de sus hojas y, de pronto, escuchas un fuerte resoplido a tan sólo unos metros de ti. Al apartar unas plantas que entorpecen tu visión, observas un espectáculo magnífico: varios dinosaurios se alimentan tranquilos de la abundante vegetación; tú tratas de contener la respiración. Por allá ves a los ceratópsidos alimentarse de arbustos medianos. Puedes admirar cómo sus formidables cuernos reflejan los tenues rayos de sol. Cerca tuyo pastan los ankilosaurios con su cuerpo bajo y ancho, su dura coraza y el imponente mazo que se agita en su cola. Más lejos, se encuentran unos animalotes que parecen tener un pico de pato: son los hadrosaurios. Uno de ellos se levanta en dos patas para poder alcanzar las hojas de un árbol frondoso.
Sin siquiera notarlo, la escena que acabas de imaginar da respuesta a una de las preguntas que más ha intrigado a los paleontólogos de nuestros tiempos: ¿cómo es que podían coexistir animales herbívoros tan grandes en un solo lugar sin competir entre ellos? Jordan Mallon, del Museo Nacional de Canadá, encontró la solución sin tener que hacer un viaje en el tiempo. Su investigación, que se publicó el día de ayer en la revista PLoS ONE, consistió en comparar los cráneos de más de 100 dinosaurios hervíboros encontrados en yacimientos fósiles de Alberta. Su objetivo era encontrar diferencias, aunque fueran sutiles, entre los cráneos para poder distinguir si los animales compartían los mismos hábitos alimenticios o no.
Mallon no sólo encontró diferencias relacionadas a la alimentación entre los cráneos de ceratópsidos, ankilosaurios y hadrosaurios (diferencias que, para ser honestos, no eran tan inesperadas) sino que también observó que algunas de estas características eran ligeramente distintas dentro de cada uno de esos tres grupos. La conclusión más importante del trabajo de Mallon es que la coexistencia de todos estos gigantes fue posible debido a que no competían por comer las mismas planta: estaban especializados para alimentarse de cierto tipo de follaje. Esto es un fenómeno ecológico conocido como "partición de nicho", y parece ser más común de lo que se pensaba. Tanto así que en la actualidad existen numerosos ejemplos de plantas y animales que, para poder sobrevivir, deciden que lo suyo es dejar de competir.
Artículo original: En PLoS One