Física cuántica

Los cazadores del último bosón. A dos años del descubrimiento del bosón de Higgs.

Evento real de detección de un bosón de Higgs en el detector ATLAS del Gran Colisionador de Hadrones. El bosón de la imagen se encuentra decayendo en dos pares de electrones marcados en rojo y azul. ATLAS Experiment © 2014 CERN.  

Hace más de dos años, el 4 de julio de 2012, científicos de la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN por sus siglas en inglés) mataron dos pájaros de un tiro: hicieron que Stephen Hawking perdiera una apuesta de cien dólares y pusieron fin a la búsqueda más intensiva de la que la ciencia moderna tiene registro. Esta búsqueda requirió de la construcción del Gran Colisionador de Hadrones (LHC), el complejo científico más grande del mundo con un costo superior a los nueve mil millones de dólares y un equipo de trabajo de más de diez mil científicos e ingenieros de todo el mundo. ¿Qué era lo que buscaban estos físicos con tanto empecinamiento? ¿Qué descubrimiento monumental requería de esfuerzos tan notables por parte de la comunidad científica internacional? Nada monumental, por el contrario, la búsqueda era en pos de algo en un orden de magnitud tan pequeño, que resulta incluso incomprensible. Lo que encontraron fue la última pieza de un rompecabezas llamado Modelo Estándar de las Partículas Elementales, una partícula que daría coherencia a los modelos físicos actuales. La infame, pero popularmente llamada Partícula de Dios: el bosón de Higgs.

 

Un gran descubrimiento… que no sorprendió a muchos

La primera imagen que viene a mi cabeza cuando recuerdo esa primera semana de julio de 2012 es la de un montón de periodistas tratando de explicar al mundo la importancia de un evento científico que sabían era de gran relevancia, pero que en realidad, no comprendían en lo más mínimo. Y es que la física de partículas subatómicas rara vez llega a los titulares, pero este descubrimiento ameritaba todos los reflectores.

Después de más de dos décadas de planeación, construcción y calibración de la instalación experimental más grande y compleja jamás construida, el Gran Colisionador de Hadrones cumplió el objetivo para el que había sido diseñado: la detección de una partícula cuyas características correspondían a las predicciones de lo que se esperaba era el bosón de Higgs.

 

ATLAS. Uno de los detectores multipropósito del Gran Colisionador de Hadrones. Lleva a cabo un amplio rango de labores, desde la búsqueda del bosón de Higgs y extra dimensiones, hasta la detección de partículas generadoras de materia obscura. ATLAS Experiment © 2014 CERN.

 

 

El descubrimiento del bosón corrobora las predicciones teóricas que Peter Higgs, Gerald Guralnik, Richard Hagen, Tom Kibble, Robert Brout y Françoise Englert realizaron en la década de los sesentas –¡la cacería duró cerca de medio siglo!- con respecto a la física de partículas subatómicas. El hallazgo, que le brindó el premio Nobel a Higgs y a Englert, era el último eslabón para que el Modelo Estándar estuviera completo, validando el trabajo de décadas de muchos físicos teóricos. La comunidad científica esperaba con ansias la comprobación de la existencia del bosón, ¡no podía no existir! La alternativa, un escenario mucho más interesante para la ciencia según Stephen Hawking, hubiera implicado el replanteamiento de muchos de los postulados físicos vigentes. La existencia comprobada del bosón de Higgs abre la puerta a nuevas concepciones sobre la forma en la que se comporta nuestro universo y podría ser el parte aguas para superar el Modelo Estándar y dar paso a una “nueva física”.

Se estarán preguntando ¿por qué tanto alboroto?, ¿qué es lo que hace a esta partícula tan especial? o ¿por qué la física moderna dependía de su descubrimiento? Para responder todo esto tenemos que empezar por una pregunta más general… ¿qué demonios es un bosón?

 

La naturaleza cuántica de un bosón

A mediados del siglo pasado, los físicos elaboraron el Modelo Estándar, una ambiciosa colección de ecuaciones y postulados cuyo objetivo es describir el comportamiento de todas las partículas subatómicas y la forma en las que estas interactúan. Es una teoría de casi todo y, aunque no considera elementos como la fuerza de gravedad o la materia obscura, es el modelo más ambicioso de la física moderna.

De acuerdo al Modelo Estándar, todas las partículas pueden ser divididas en dos grupos: los fermiones y los bosones. Los fermiones son las partículas subatómicas que constituyen la materia y se dividen a su vez en quarks (que conforman a los protones y neutrones) y leptones (de los cuales el electrón es el más conocido). Los bosones, por otro lado, son las partículas responsables de las fuerzas fundamentales asociadas a la naturaleza. Los fotones, por ejemplo, son los bosones relacionados con el electromagnetismo; los gluones, se encuentran asociados a las interacciones fuertes de los núcleos atómicos, responsables de que protones y neutrones no se desintegren en un frenesí de quarks; y los bosones W y Z se relacionan a las interacciones débiles, responsables de cambiar las propiedades de los quarks y de otras curiosidades como el decaimiento radiactivo y la fusión nuclear que mantiene al Sol brillando y generando calor para que podamos aprovechar un buen día de playa. Hasta aquí todo “fácil”.

 

¿Qué papel juega Higgs en todo esto?

En el Modelo Estándar bosones y fermiones interactúan alegremente para darle forma al universo como lo conocemos, permitiendo la expansión de las galaxias, la formación de estrellas y la vida en nuestro planeta. Para que esta armonía sea posible, las interacciones entre materia y energía deben ajustarse a ciertas reglas o simetrías. Sin embargo, la evidencia empírica empezó a jugar en contra del modelo: había partículas con más masa de la esperada, fuerzas que actuaban de forma distinta a lo predicho… ¡El caos! ¡Sería necesario reevaluar todos los postulados de la física moderna! ¡Tardaríamos décadas en reconstruir un modelo igual de robusto! O…podríamos intentar balancear el Modelo Estándar tomando en cuenta las anomalías y ver qué pasa.

El postulado teórico que vino a balancear el Modelo Estándar es asombroso. En teoría, el universo estaría embebido en una especie de red –el Campo de Higgs- encargada de suministrar de masa a la materia del universo. ¡Todas las partículas del universo obtienen su masa por la interacción con este campo y el bosón de Higgs es una expresión de esta interacción! ¿Confundidos? Intentemos visualizar lo siguiente. Imagínense que el universo se reduce a la superficie de un –enorme- charco de lodo. Sobre la superficie del charco hay un sinnúmero de canicas, algunas se deslizan sobre la superficie tan rápido que no dejan rastro de su paso y ni siquiera se embarran de lodo, otras cruzan por el charco con menos gracia y no se libran de alguna salpicadura y están aquellas que van rodando sin mayor preocupación y están hechas una porquería. Las primeras canicas corresponden a las partículas que carecen de masa, como los fotones. Las segundas corresponden a fermiones como los electrones y a algunos bosones que tienen masas muy bajas. Las últimas canicas son los quarks, componentes de los protones y neutrones del núcleo de los átomos. En esta pequeña analogía, el campo de Higgs sería el lodo y el bosón de Higgs… ¡las ondas que se forman por la interacción entre las canicas y el lodo!

Explicar el campo y el bosón de Higgs resulta tan complicado que a finales del siglo pasado, el Ministerio de Ciencias del Reino Unido ofreció una botella de champaña de la mejor calidad a aquel que realizara la analogía más sencilla al respecto. El premio se lo llevo David Miller del University College of London. Aquí les dejo una interpretación animada de su solución, esperando que, entre ésta y el lodazal, queden claros los conceptos más generales del campo de Higgs.

 

http://www.youtube.com/watch?v=joTKd5j3mzk

 

A dos años de detectar el bosón

La historia del bosón de Higgs, desde su concepción hasta su descubrimiento, es uno de los mejores ejemplos de cómo debe funcionar la ciencia moderna. Por un lado, nos demostró el poder que tienen las teorías científicas para realizar descripciones y predicciones sobre nuestro universo. Pero también es un recordatorio de que la única forma de validar nuestras ideas, debe ser a través del método científico.

El túnel principal del Gran Colisionador de Hadrones no ha visto muchas colisiones recientemente y, contrario a lo esperado por actores sensacionalistas de opiniones pseudocientíficas, todavía no ha destruido al universo. El mantenimiento es costoso y llevará tiempo. Sin embargo, los datos que se generaron en el complejo durante su periodo operativo siguen siendo analizados y los resultados siguen sorprendiendo a muchos. Hoy se cuenta con evidencia (observen la primera imagen de este artículo) de el decaimiento del bosón de Higgs hacia fermiones (su descubrimiento se basó exclusivamente en el decaimiento a bosones de baja masa) y se tienen más elementos para analizar a fondo la naturaleza del campo de Higgs. Recientemente se presentó el plan de trabajo para los próximos años de los distintos experimentos activos en el LHC.

El Modelo Estándar está completo. Ahora, la labor de la ciencia es terminar de entenderlo y expandirlo con la ayuda de las nuevas evidencias. Seguimos muy lejos de tener una “teoría de todo”, pero no cabe duda que dimos un paso gigante en esa dirección.

 

El gato de Schrödinger: ¿estaba entonces vivo o muerto?

¿Puede un gato estar vivo y muerto a la vez? En esta colaboración, nuestro amigo Juan de Pedazos de Carbono responde esta pregunta y nos explica por qué. ------

Seguramente habrás escuchado, quizá sin enterarte mucho de los detalles, sobre la paradoja del famoso gato de Schrödinger. Yo mismo sabía desde hace años sobre este experimento mental, pero fue hace poco gracias a la explicación de Jim Al-Khalili en “Paradox” que finalmente entendí la solución a esta aparente paradoja. La respuesta sobre si todo este tiempo el gato estaba vivo o muerto es: . Pero mejor déjenme explicar antes la pregunta.

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El gato de Schrödinger, ¿simultaneamente vivo y muerto? / Imagen: Dhatfield *

Erwin Schrödinger se preguntó lo que pasaría si colocamos a un gato dentro una caja especialmente preparada y después la cerramos. Dentro de la caja se encuentra también una muy pequeña cantidad de algún material radioactivo, tan pequeña que en el transcurso de una hora hay sólo un 50% de probabilidad de que el material emita una partícula cargada de energía. Si la partícula es emitida entonces activará un detector que, a su vez, liberará un potente ácido matando al gato de forma instantánea. (Recuerda: es un experimento mental, ¡ningún gato ha sido lastimado pensando en las implicaciones de este experimento!)

Si repitiéramos el experimento muchas veces—colocamos un gato en la caja, cerramos la caja, esperamos una hora, abrimos la caja—la mitad de las veces encontraríamos un gato muerto (cuando se emitió la partícula) y la mitad de las veces un gato vivo (cuando la partícula no fue emitida). Esto puede sonar un poco cruel, pero nada extraño. Schrödinger notaba que lo realmente absurdo es que, según la física cuántica, cuando la caja estaba cerrada la partícula fue “emitida” y “no emitida” al mismo tiempo. En el mundo cuántico ambas posibilidades ocurrieron simultáneamente en realidad y, por consecuencia, mientras no mirábamos el gato estaba simultáneamente vivo y muerto. Más aún, parecería que nuestra acción de abrir la caja y observar el interior fue lo que “decidió” el destino del gato.

¡Eso sí que suena completamente absurdo! ¿Qué tenemos de especial que con sólo observar podemos estar decidiendo el destino de los gatos?

Antes de contestar estas preguntas, y revelar la solución a la aparente paradoja, quizá sea importante entender exactamente qué es lo que dice la física cuántica, y por qué es que sabemos que lo que dice es cierto.

Un electrón, por poner un ejemplo, en realidad no es una pequeña canica que se encuentre siempre en algún lugar determinado. La posición del electrón se puede entender más bien como una onda, cuya amplitud está relacionada con la probabilidad de encontrar al electrón en distintos sitios. Ojo, no se trata de que seamos nosotros los que no sepamos la posición exacta del electrón y por lo tanto usemos probabilidades como una aproximación, el hecho es que el electrón realmente se encuentra en distintos sitios al mismo tiempo.

Esto puede comenzar a sonar algo bizarro pero la verdad es que, hasta este punto, la situación no es muy distinta a lo que ocurre cuando dejas caer una piedra en un lago y observas las ondas producidas sobre la superficie. La onda no está localizada en un punto exacto sobre el lago, sino distribuida y ocupando distintos sitios al mismo tiempo. De modo similar, al chocar unos con otros los electrones “interfieren” entre ellos—sumándose o cancelándose sus amplitudes—del mismo modo como lo hacen las ondas en el lago.

El comportamiento de los electrones no es muy distinto al de las ondas en la superficie de un lago / Foto: Scott Robinson

Esto se puede comprobar en el famoso experimento de la doble rejilla donde a un solo electrón se le hace pasar por dos caminos distintos que—al juntarse después de nuevo—ocasionan que el electrón haga interferencia “consigo mismo”. Espero que con la explicación que acabo de dar te puedas hacer en la mente una idea más o menos de lo que está sucediendo. No es muy complicado. Quizá nunca lo habías pensado de esta manera, pero también te darás cuenta que no es tan descabellado como sonaba en un principio.

Lo realmente inesperado y sorprendente es lo siguiente: si en uno de los dos caminos pones un detector para determinar si el electrón pasó o no pasó por ahí, entonces los patrones de interferencia desaparecen y el electrón parece ser forzado a elegir entre tomar “uno” o “el otro” camino, ya no ambos al mismo tiempo. Pareciera que el electrón puede felizmente recorrer los dos caminos distintos al mismo tiempo mientras nadie lo mira, pero al observarlo el electrón es forzado a elegir una y sólo una de las dos opciones.

El párrafo anterior contiene una de las ideas centrales de la física cuántica, la que daba dolores de cabeza a Schrödinger, y de la que surgen muchas de las otras extrañezas que seguro has escuchado sobre física cuántica. Y no se trata de filosofía ni de un experimento mental, esta es en realidad la forma en que los electrones—al igual que fotones y otras partículas energéticas—se comportan cuando se les estudia en el laboratorio. Este es un hecho de nuestro universo.

Desafortunadamente ésta es también la idea de la física cuántica que más suele ser mal interpretada, dando dar lugar a ideologías como “El Secreto” o toda la pseudo-filosofía de Deepak Chopra. Y es que el experimento parece decir que las cosas no son “reales” hasta que las observamos, que nuestro acto consciente de observar al mundo es el que ocasiona que el destino se desenlace de una u otra manera. “Tu mente decide la realidad.” Pero esto no es así.

Lo curioso es que la solución a este malentendido resuelve también la paradoja del gato de Schrödinger. Y es que el “observar” que hace que un electrón tome uno u o otro camino—o que una partícula se emita o no se emita, y por lo tanto se produzca o no la muerte del gato—no requiere una mente consciente que esté “observando”. No requiere un humano, ni siquiera un par de ojos: el electrón es “observado” al interactuar de cierta manera con cualquier otro sistema—por ejemplo un detector de electrones—en un proceso llamado decoherencia cuántica.

El gato no pudo estar vivo y muerto al mismo tiempo pues, si en algún momento el detector “observa” que la partícula radioactiva es emitida, a partir de entonces el destino de la partícula—y fatalmente también del gato—ha sido definido. La respuesta es entonces que , en todo momento el gato está vivo o muerto—según el detector determine—pero nunca se encontraba en ambos estados al mismo tiempo.

En conclusión los efectos cuánticos son reales, pero solo aplican en escalas muy pequeñas del tamaño de los átomos, así como a electrones, fotones y partículas más pequeñas. En cuanto tienes un sistema más grande y complejo—como un detector, un gato, o una persona a quien le gustan los gatos—el proceso de decoherencia pronto ocurre y los efectos cuánticos desaparecen. Cuando se entiende un poco más la física cuántica no parece ya taaan extraña, ¿verdad?

Juan

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Escrito por Juan A. Navarro Pérez y publicado originalmente en Pedazos de Carbono

* La imagen aquí utilizada para ilustrar el gato de Schrödinger es distinta a la que se presentó en la versión original de Pedazos de Carbono