Olfato

La ciencia de ahuyentar a los mosquitos sin usar las manos

Aedes aegypti, una de las especies mas aficionadas a nuestra sangre. (Wikimedia Commons). Estás a punto de entregarte al suave reino de la almohada, cuando de pronto escuchas un zumbido agudo y efímero en tu oído derecho. Agitas la cabeza, pasas la manos por el cabello y hasta te cubres con las cobijas, pero es inútil. Tu visitante nocturna te encontró allí, reposando en la placidez de tu cama, y te encontrará a donde sea que te muevas siempre y cuando sigas ingiriendo oxígeno y exhalando dióxido de carbono. "Mientras tú respires, yo te encontraré", parecen decir las hembras del que probablemente sea el animal más aborrecido del reino: los mosquitos.

Es por todos sabido que el CO2 que exhalamos al respirar atrae a las hembras de los mosquitos, que son quienes realmente pican (al menos todas ellas lo saben). Pero no siempre nos pican en la nariz, la mayor fuente de CO2 de nuestro cuerpo. En realidad, una vez que nos encuentran, se guían por el olor de la piel para encontrar un parche de epidermis que no esté cubierto por ropa o por cobijas (en un lugar que probablemente te dará pena rascarte en público o será incómodamente inaccesible) para hacer contacto contigo y tomarse unas cuantas libertades en forma de microlitros de sangre. Los científicos saben que las hembras de mosquito reconocen el CO2 con un tipo de receptores neuronales en las papilas maxilares, llamados neuronas receptoras olfativas. Lo que los científicos aún no sabían eran cuáles receptores usaban los mosquitos para reconocer el olor a piel humana.

Sin embargo, una investigación de la Universidad de California, Riverside, liderada por Anandasankar Ray, ha demostrado que los receptores para el CO2 y el olor a piel son el mismo. Usaron para esto una técnica llamada electroantenografía, en la cual se conecta una antena u otro órgano sensorial de un insecto a un medidor de señales eléctricas para saber con qué olores se activa. Los investigadores conectaron al medidor las papilas maxilares de los mosquitos y los pusieron en presencia de olores corporales sin cuerpo para ver si las mismas neuronas receptoras olfativas que reconocen al CO2, llamadas neuronas cpA, se activaban. La fuente de olor elegida fue el de unos calcetines usados, pero el artículo no aclara si el jefe del laboratorio usó sus privilegios para poner los suyos o si se lo pidió a sus estudiantes. En cualquier caso, las neuronas cpA de las papilas maxilares de los mosquitos se activaban con el olor a pies, aún cuando no había ninguna fuente de CO2 cerca.

Para los investigadores era también importante encontrar específicamente los compuestos químicos presentes en la piel que pueden activar esas neuronas, por razones que también son importantes para nosotros, como evitar que los mosquitos nos piquen y que así dispersen enfermedades. Recopilaron datos de todos los compuestos conocidos que pueden ahuyentar o atraer a los mosquitos (que lo hacen probablemente al inactivar o activar sus neuronas cpA) e hicieron modelos computacionales para encontrar compuestos químicos parecidos que no fueran desagradables para las personas, porque deben saber que algunos de los compuestos conocidos más poderoso para ese efecto huelen a sudor o a mantequilla rancia. Idealmente, con los compuestos atrayentes se pueden hacer trampas para los mosquitos y con los compuestos repelentes, pues, repelentes.

Con sus modelos, encontraron una serie de casi mil compuestos que podrían funcionar. De entre todos ellos eligieron los que no tuvieran olor desagradable, fueran baratos y seguros. Al final, se quedaron con 138 olores de los cuales, felizmente, la gran mayoría están aprobados por las leyes de seguridad química (al menos en los Estados Unidos).

Los resultados de esta investigación podrán servir en el futuro para idear mejores estrategias para prevenir la transmisión de enfermedades por medio de los mosquitos, lo cual es muy importante, aunque en esas noches en las que nodejamos de escuchar zumbidos agudos y efímeros lo único que nos importe sea evitar que estos insectos nos encuentren.

 

Bibliografía:

Nota fuente en ScienceDaily | Artículo original en la revista Cell | Nota en el blog de Historias Cienciacionales