En 1979, el público atestiguó el estreno de una de las obras maestras del cine de ciencia ficción: “Alien”, del director Ridley Scott. Mezclando el género de terror con los viajes interestelares, la trama sigue a la tripulación de la nave “Nostromo” en su encuentro con una forma de vida alienígena predadora extremadamente peligrosa. Para proliferar, estos seres introducen un embrión en un huésped, dentro del cual madura hasta violentamente destruirlo desde dentro al emerger en su nueva etapa de vida.
Zombis de la naturaleza (I)*
"Atrapados en su propia casa, tú y tu familia escuchan el terror y caos que se vive en las calles. Hace tan sólo una semana comenzaron a salir en las noticias los reportes de extraños casos de personas infectadas con un nuevo virus. Ahora, lo que te parecía un rumor totalmente ajeno se encuentra justo afuera de tu puerta. Al principio fueron sólo incidentes aislados y lejanos: personas que perdían la cordura y atacaban a cualquier desafortunado que se encontraran. Pero, a los pocos días, pequeños pueblos se perdieron. Después, ciudades enteras.
Los pocos sobrevivientes se esconden con la esperanza de que llegue algún tipo de ayuda. Ustedes han sido discretos en extremo, evitando cualquier descuido que pueda delatar su presencia. Sin embargo, hoy es la excepción. En un momento de torpeza, alguien se acercó demasiado a la ventana con la lámpara de gas encendida. Fue tan sólo un instante breve pero suficiente para dejar de pasar desapercibidos. Pronto, los zombis se amontonan en tu entrada mientras el pánico germina en cada uno de ustedes."
La narración anterior bien podría ser parte de una novela de ficción sobre muertos vivientes, personajes que se han ganado su lugar en la cultura popular por la fascinación y curiosidad que nos provocan. Aunque para nosotros una invasión zombi permanece como un escenario meramente fantástico, para muchos animales es una realidad cotidiana. Es cierto que pensar en zombis de la naturaleza puede resultar absurdo pero basta recordar que, a diferencia de otros monstruos que se levantan de sus tumbas como las momias o los vampiros, estos seres se distinguen por su falta de voluntad propia, característica que comparten los organismos zombificados.
Grillos que se suicidan, arañas que tejen redes extrañas, hormigas que deambulan por la selva y ratas que le pierden el miedo a los gatos son sólo algunos de los abundantes ejemplos que existen de animales infectados cuya conducta es manipulada por parásitos. Cual titiritero que agita los hilos de sus marionetas, los parásitos —virus, hongos, avispas y gusanos, entre otros más— modifican el comportamiento de sus anfitriones para su propio beneficio. El objetivo más común es llegar a un ambiente donde puedan seguir desarrollándose o entrar a otro hospedero para completar su ciclo de vida.
Muchos de estos ejemplos fortalecen la idea que el teórico evolutivo Richard Dawkins expone en su libro "El Fenotipo Extendido": el fenotipo, las características observables en un organismo —desde formas o coloraciones hasta conductas específicas— que son resultado de la interacción entre los genes y el ambiente, podría tener efectos que van más allá del mismo individuo.
Es decir, las conductas que adquieren los animales zombi no son producto de sus propios genes, sino del parásito que vive dentro de ellos. No es la hormiga la que deambula por el suelo selvático; es el hongo que la infecta quien lo hace. Algo parecido ocurre en las películas de muertos vivientes. ¿Son los zombis en realidad seres conscientes o el mero reflejo del parásito que los invade?
Fuentes: Artículo que explora el papel del fenotipo extendido en el parasitismo | Nota en el blog de Historias Cienciacionales.
*Esta nota es la primera de varias que conformarán la serie "Zombis de la naturaleza".