paleontología

Spinosaurus: el dinosaurio carnívoro más grande que, por si hiciera falta, también nadaba.

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Si uno sabe donde buscar, de la aparente uniformidad de las rocas se pueden extraer grandes sorpresas. De vez en cuando, esas sorpresas cambian la forma en que entendemos la historia de la vida. Hace más de 100 años, el paleontólogo alemán Ernst Stromer encontró en Egipto los primeros restos fósiles de Spinosaurus, un dinosaurio carnívoro que lo intrigó por las extrañas espinas óseas que tenía en las vértebras de la espalda. Ese esqueleto cambió la historia porque Spinosaurus se convertiría en el dinosaurio depredador más grande que haya pisado la Tierra (mayor que el mismos T. rex) y porque, después de que sus fragmentos fueran destruidos en la Segunda Guerra Mundial, no se volvería a encontrar un ejemplar tan completo. Hace unos 5 años, el paleontólogo germano-marroquí Nizar Ibrahim, que actualmente trabaja en la Universidad de Chicago, encontró en Marruecos nuevos restos de Spinosaurus que al fin rivalizaban con los de Stromer en lo abundantes y completos. Este esqueleto, reportado en la revista Science la semana pasada, podría cambiar la historia porque es evidencia de queSpinosaurus fue un dinosaurio acuático: el primero y único dinosaurio acuático conocido hasta ahora.

“Es el primer dinosaurio que muestra estas adaptaciones realmente increíbles”, comenta Ibrahim para el sitio de noticias de la revista Nature. Luego de pasar un par de años siguiendo la pista de unos misteriosos huesos que un lugareño del Sahara marroquí le llevara en una caja de cartón, Ibrahim consiguió llegar a una cueva donde encontraría más restos de Spinosaurus, restos que le harían pensar a él y a los colegas de su universidad que ese dinosaurio carnívoro, que podía medir hasta 15 metros de largo, tenía un estilo de vida acuático o semiacuático al menos.

Desde los tiempos de Stromer los paleontólogos han averiguado mucho sobre los dinosaurios. Ahora se tiene una idea más acabada sobre su diversidad e importancia. Reinaron la Tierra durante millones de años y, de manera parecida a los mamíferos de la actualidad, probaron con muchas formas de vida. Los había herbívoros grandes, herbívoros pequeños, carnívoros grandes, carroñeros pequeños, carnívoros descomunales y herbívoros aun más descomunales. Había los que cuidaban a sus crías y los que podían morir por probar el bocado de las crías de otros. Había los que andaban a pasos agigantados, los que se movían con un andar de avestruz y los que, ahora sabemos, aleteaban, planeaban y volaban. Pero entre toda esta diversidad, nunca se había encontrado alguno que pasara la mayor parte de su vida en el agua, nadando.

Lo importante de este descubrimiento, según Claudia Serrano Brañas, paleontóloga de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México, es que amplía la visión que teníamos de los dinosaurios. “Anteriormente, se creía que los dinosaurios estaban restringidos a un ambiente netamente terrestre y que tal vez algunos de ellos pudieron haber hecho ciertas incursiones dentro de un medio acuático, pero eso simplemente eran inferencias al respecto”, comenta en entrevista para Historias Cienciacionales. “Por primera vez dentro del registro fósil de este grupo de organismos, tenemos la presencia de un dinosaurio acuático.”

A partir de los nuevos huesos encontrados en Marruecos, y de fragmentos de diferentes esqueletos que hay regados por el mundo, Ibrahim y un equipo internacional de paleontólogos reconstruyeron la anatomía ósea de Spinosaurus. Paul Sereno, paleontólogo estadounidense y coautor del estudio, afirma, en un video para el sitio de noticias de la Universidad de Chicago, que las características de estos nuevos huesos “se asemejan mucho a las de animales que pasan mucho tiempo en el agua”.

¿Exactamente qué historia cuentan esos huesos? Las fosas nasales de Spinosaurus están muy atrás en el cráneo, en un lugar similar a las de un cocodrilo; esto le permitiría respirar mientras nadaba medio sumergido. Sus patas eran más cortas que las de otros dinosaurios carnívoros con los que estaba emparentado (los terópodos, en los cuales se encuentra T. rex), y los científicos piensan que eso es seña de que pataleaba en lugar de correr o cazar en tierra firme. Sus huesos eran de una densidad algo mayor a la de otros dinosaurios, lo cual le habría ayudado a la hora de sumergirse o flotar a voluntad. Además, su cuello alargado y sus patas traseras cortas hacían que, a diferencia de sus primos, le fuera más fácil nadar que caminar sobre sus patas traseras. Este mismo rasgo lo obligaba, según Ibrahim, Sereno y sus colegas, a andar a cuatro patas cuando se aventuraba fuera del agua, una forma de moverse muy inusual para un carnívoro de su tipo.

Todos esto son indicios de que Spinosaurus era un dinosaurio que nadaba; sin embargo, para algunos científicos sigue siendo arriesgado afirmar que se trataba de un animal verdaderamente acuático. Paleontólogos de otras instituciones, así como paleo-ilustradores profesionales (que se dedican a reconstruir la anatomía de animales extintos a partir de fragmentos de esqueletos), señalan que el principal problema del estudio de Ibrahim y sus colegas es que trabajaron con partes ajustadas de diferentes esqueletos y, sin embargo, sacaron conclusiones como si fueran un mismo individuo. John Hutchinson, de la Universidad de Londres, comenta para el sitio de noticias de Nature que “hay que tener cuidado con estar creando una quimera”. En su blog personal, el paleoilustrador Scott Hartman cuestiona la forma en que Ibrahim y sus colegas ajustaron la proporción de las patas traseras del nuevo fósil a los demás restos conocidos del dinosaurio, pues esto cambiaría algunas de las conclusiones del estudio. “Por lo menos, pone en tela de duda la idea de que Spinosaurus era un cuadrúpedo obligado en tierra”, escribe.

Estas críticas son normales y bienvenidas en cualquier campo científico, y mucho más en la paleontología. “Hay que recordar que, cuando hablamos del registro fósil, éste por lo general es incompleto, por lo que siempre hay que proceder con cautela cuando se hacen inferencias sobre el modo de vida de organismos que se extinguieron hace millones de años”, nos recuerda Claudia Serrano.

Con todo, junto a las evidencias anatómicas, Ibrahim y sus colegas contaban con datos anteriores que mostraban que Spinosaurus comía principalmente peces (tiburones y celacantos, por ejemplo) y que, por la composición química de sus huesos, pasaba una gran parte del tiempo cerca o dentro del agua, así que los paleontólogos tienen un buen grado de confianza en sus conclusiones, las cuales, de confirmarse, cambiarían nuestra forma de ver a los dinosaurios. “Este tipo de descubrimientos son sensacionales, ya que sacuden los cimientos de la paleobiología de dinosaurios”, concluye Claudia Serrano en sus comentarios, “y nos dejan en claro que la clase Dinosauria todavía nos tiene guardadas muchas sorpresas.”

Fuentes:

Artículo original en la revista Science | Nota en Nature | En el blog de Scott Hartman | Video de Paul Sereno | Nota de El País | Nota original en el Blog de Historias Cienciacionales | Imagen

Un gigante entre gigantes.

uno de los investigadores del MEF junto al gigantesco femur. Imagen tomada del Museo Efidio Feriglio (MEF). En el Cretácico Superior, hace unos 90 a 100 millones de años, siete individuos que pertenecían a la especie de saurópodo y dinosaurio más grande que jamás hayamos descubierto murió en las tierras que hoy en día pertenecen a la Provincia de Chubut, Argentina. Ahí, en un campo de 12,800 hectáreas de nombre “La Flecha”, dentro de una zona conocida como El sombrero, un trabajador de nombre Aureliano Hernández realizaba sus recorridos habituales. De pronto, en su andar, Aureliano notó algo inusual en el paisaje: un hueso extrañamente grande del que valía la pena dar un aviso.

Sin saberlo, el descubrimiento de Hernández, que comenzó en una caminata de hace 6 años, concluyó con la destitución del puesto del dinosaurio más grande hasta este entonces, el  Argentinosaurus huinculensi, encontrado en 1989 también en Argentina. “Cuando nos pusimos a excavar para descubrir el hueso que sabíamos que era un fémur, nos sorprendimos por el tamaño: es el más grande que se conoce de este animal. Pero nos quedamos más impactados aún a medida que íbamos clavando el pico y nos encontrábamos con distintos restos como de costillas, cadera, cola completa, húmero completo, que nos dejan ver que eran animales grandes que comían y se movían en grupo”, comenta José Luis Carballido, uno de los investigadores a cargo de la excavación, pertenecientes al Museo Egidio Feruglio.

Desde que se inició la excavación en el 2013, los paleontólogos han encontrado alrededor de 200 restos fósiles de siete ejemplares distintos, pero el que destaca de todos ellos es un fémur de 2.40m. Lo que hace sugerir que tenía unos 40m de cola a cabeza y una altura de 20m, lo cual equivaldrían a un animal de 77 toneladas; más o menos unos 14 elefantes africanos. Sin embargo, algunos comentan que es muy pronto para hablar de toneladas definitivas, pues cuando se descubrió al Argentinosaurus, los primeros estimados apuntaban a un peso de 100 toneladas que finalmente fueron 70. Pero conforme continúen las excavaciones y se descubran más restos de un mismo ejemplar, el peso estimado tendrá una mejor aproximación.

Por ahora, los investigadores analizaran el material obtenido y esperaran a que pase el invierno, pues estiman que el 80% del yacimiento aún esconde secretos.

Bibliografía:

Nota en periódico "El País" | Nota en la BBC | Nota en "Diario UNO" | Nota original en el Blog de Historias Cienciacionales

Encontrar T. rex en México empezando por los dientes

  11abril

Cerca de la Sierra San José, en el estado de Sonora, México, la tierra de colores pardos y algunos escasos matorrales pueblan el paisaje. Hay más polvo y roca que vegetación. A los ojos de un turista, no hay mucho que ver. A los ojos de un paleontólogo, se trata de una mina de oro. Siempre que las entrañas de la Tierra se asomen a la superficie, el lugar atraerá los picos, las brochas y los sombreros características de los científicos que estudian la vida antigua. Por ello es que Carlos González León, investigador el Instituto de Geología de la Universidad Nacional Autónoma de México, pasa tanto tiempo en estas rocas sonorenses. Y de vez en cuando, entre las pequeñas satisfacciones diarias de su vida se cuela una satisfacción mayúscula, digamos, una tan grande como de unos 12 metros de largo, unas 7 toneladas de peso, con dientes terribles en una boca hórrida y brazos demasiado pequeños: la satisfacción de descubrir restos de un Tyrannosaurus rex.

Seis dientes bastaron para emocionar a Carlos y a sus colegas, entre ellos, a Claudia Serrano Brañas, también del Instituto de Geología de la misma universidad. Ella lideró el análisis de los dientes que llevó a la conclusión de que Tyrannosaurus rex también pisó tierras mexicanas. “Estamos realmente emocionados con este descubrimiento, ya que por primera vez para México podemos decir con certeza que el dinosaurio más famoso de todos los tiempos habitó nuestro país”, comenta Claudia en entrevista exclusiva con Historias Cienciacionales.

No fue un análisis sencillo. Los tiranosáuridos, el grupo de especies al cual pertenece T. rex, es muy amplio y sus dientes son muy parecidos entre especies… carnívoros, al fin y al cabo. Se sospechaba que algunos dientes encontrados en otras partes del norte de México podían ser del rey, pero era difícil asegurarlo. “Resultaba casi imposible distinguir entre los diferentes géneros”, explica Claudia. “Sin embargo, a través de datos cuantitativos y la aplicación de una serie de análisis estadísticos es que pudimos identificar a nuestros ejemplares como dientes de Tyrannosaurus.”

Fuera del orgullo patriotero, que evidentemente le importaba un licopodio al T. rex, este descubrimiento es relevante porque amplía la zona conocida donde vivía este famoso animal, cuyos fósiles se han encontrado en muchos lugares de Norteamérica, pero nunca tan al sur. “Hasta antes de la publicación de éste artículo, se pensaba que el género Tyrannosaurus sólo se había distribuido en Canadá y Estados Unidos”. 

Seis dientes bastaron para emocionar a estos paleontólogos, pero ¿esos dientes les dan esperanzas de encontrar más restos, quizá fragmentos de hueso o incluso esqueletos más completos? “Sin duda alguna. Yo considero que sólo es cuestión de tiempo para que encontremos esqueletos de Tyrannosaurus; simplemente se necesita un poco de paciencia y una gran perseverancia”, concluye Claudia. Todos los dinoaficionados tendremos los ojos bien abiertos.

 

Bibliografía y enlaces de interés:

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Artículo original de Claudia Serrano, Carlos González y sus colegas.

 

*Un poco de información sobre dinosaurios en México.

*Nota de Historias Cienciacionales